"¿Cuánto mide un instante?", solía preguntar a sus alumnos el
fotógrafo Filiberto Mugnani en el Centro Cultural Rojas. Dos kilómetros hacia
el este de esas aulas, del otro lado del río, un joven cronista recuerda esa
pregunta.
Es un día para especial para Aldo Sessa. El reconocido fotógrafo vuelve
a exponer en Buenos Aires una de sus colecciones más completas e íntimas. La
selección de las obras le tomó más de un año de trabajo tanto a él como a su
equipo de colaboradores, a su hijo y a los curadores Rodrigo Alonso y Michael
Nungesser, de Alemania.
Sessa camina por el primer piso del Museo Fortabat con la seguridad de
quien recorre su propia casa. Luce un traje oscuro y una camisa blanca
impecable, como todo el ambiente que lo rodea. Falta poco más de una hora para
la inauguración de su nueva muestra y un grupo de diez personas lo acompaña en
la recorrida. Como si se tratara de una avant premiere con
intervenciones del director, el fotógrafo dice las primeras palabras a sus parroquianos:
recuerda a los escritores Manuel Mujica Laines, a Silvina Ocampo, a Jorge Luis
Borges, a Silvina Bullrich, a José María Peña. Ellos le enseñaron “a ver lo que
ellos veían y sentir lo que ellos sentían”. Esas experiencias lo hicieron “más
porteño de lo que ya era”, como si eso fuese físicamente posible. Luego de
recordar a la dueña de casa, Amalia
Fortabat, con quien el artista labró una larga y profunda amistad, invita: “Vamos
para allá", señalando un rincón del salón. Allí, ocho imágenes de hace
cincuenta años dan la bienvenida a la exposición.
Las fotos ilustran una Buenos Aires diferente a como se la conoce hoy.
Abundan los jóvenes jugando al futbol en la plaza, los abuelos cuidando a sus
nietos que se divierten en la vereda, los conventillos de La Boca, las vías de
los trenes en su versión nocturna. Pareciera que un túnel del tiempo transportara
a los observadores en un viaje al pasado. Las imágenes calan en las retinas e
incitan a la imaginación, pero las
conclusiones propias poco importan en este momento. ¿Cómo imaginaba Aldo Sessa
a Buenos Aires por estos días hace cincuenta, cuarenta, o treinta años? La pregunta lo lleva al
recuerdo, al viaje por el Riachuelo navegando hasta el Puente Alsina, al barrio
de La Boca, que hoy ve tremendamente deteriorado y asegura: “Yo creo que es más
lo que empeoró que lo que mejoró. Lo siento”.
Sin dejar que los ánimos caigan, el joven cronista y el grupo de
invitados continúan la marcha. Sessa se desplaza por el salón con el liderazgo
y la elegancia de cualquiera de los bailarines de tango que supo inmortalizar
en sus colecciones. Mientras caminan, el fotógrafo recuerda el momento en el
que Borges le dijo: “Aldo, estamos unidos por una misma pasión, el arte”.
A la hora señalada Sessa se despide del grupo. Es hora de ser anfitrión
para todos aquellos que han llegado a celebrar más de cincuenta años de
carrera. El joven cronista sabe que fue testigo de un instante de lujo que duró
45 minutos.
2 comentarios:
Hay instantes que son eternos.
USB,
Sí, totalmente, pero no se repiten ¿no?
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