30 octubre 2007

Serio problema

El fin de mes llegó con una propuesta más que tentadora. Nada mejor que terminar un lunes en un barcito tomando una cerveza luego de una larga jornada. Bueno, cualquier día de la semana para mí es válido y no necesito de excusas para acercarme al bar más cercano y refrescar la garganta con una rubia de culo frío. Aunque conozco mis limitaciones. Sé perfectamente lo mal que me puede caer una gota de alcohol cuando llevo catorce horas despierto y mi única ingestión alimenticia fueron dos cafés por la tarde.
La estadía cervezera terminó antes de lo esperado. Sí, honestamente pensé que iba a salir de ese recinto arrastrándome en cuatro patas hasta la puerta. Pensé que iba a salir rogándole a cuanto colectivo se me ponga en frente que me lleve hasta mi casa sano y salvo. Pero no, no fue así. Incluso cuando estoy escribiendo estas líneas me siento algo risueño y con ganas de declararle mi amor incondicional a mi perro Roberto. Escuchar "With or without you" en las clases de antropología me pone meloso, entiendan.
Minutos después de despedir a mi coequiper facultativa, me encontraba un tanto desenvuelto y caminando las calles de Martinez con destino a la estación. Una vez llegado el tren me senté cuidadosamente en el primer asiento vacío y lo vi venir. Era el terror de quienes todavía gozamos de la buena música, la entonación adecuada y del silencio oportuno. Era el mismo que semanas atrás me insultó por no sacarme los auriculares para escucharlo mientras ladraba a destiempo una canción hermosa que se encargó de arruinar. Hasta sospecho que su autor volvió buscando venganza cual Patrick Swayze en Ghost y no descansará hasta verlo tres metros bajo tierra. El subte es una buena opción y tengo ganas de dejar de ser Whoopi Goldberg.
A todo esto, el católico de enfrente se jactaba de que esto no sucedía en épocas dictatoriales y rezaba con su rosario de madera. Linda combinación para esta hora de la noche y para lo mal que me pegaron tres tragos de cerveza.
El músico terminó sú horrible interpretación y se dispuso a recibir las colaboraciones de los viajantes de turno. Mal momento eligió, ya que JUSTO cuando se paró al lado mío yo estaba contando monedas para comprar cigarrillos al momento de descender. Se podrán imaginar la sorpresa del amigo y la posterior puteada cuando me vió guardar mi escaso capital dentro de la mochila: "¡Otra vez vos! Encima me hacés comer el amague, pendejo irrespetuoso". La carcajada no se hizo esperar y mientras me reía, esquivé un derechazo. Tuve ganas de que la Tierra me trague y de amputarle las uñas con las puertas del tren. O mejor, devolverle parte del sufrimiento infringido en mis oídos: ¡Denme un bajo desafinado y van a ver de lo que soy capaz!

El resto de los viajantes salió en mi defensa y obligaron al sujeto a bajarse. En un momento me sentí querido por una banda de desconocidos aunque rápidamente me di cuenta de que era una mala decisión. Yo también debía bajarme en Beccar y entre las risas y la poca cordura, no sabía como explicar que eso no iba a ser conveniente.

19 octubre 2007

Yo contra el mundo

Antes de arrancar, aclaremos algo: No entiendo a las mujeres. Esto podría ser obvio ya que tengo dieciocho años, trabajo como "Profesor", no estoy en la onda del común de los jóvenes de mi edad, y el noventa por ciento de las mujeres afirmaron que su primer impresión de mi persona, es que me siento en el muñeco. Incluso hace algunas semanas atrás, bromeando a una conocida le dije que estaba saliendo con un chongo. "Siempre lo supe...¡Sos puto!", afirmó y ofreció presentarme a algún "Amigo sensible" para concretar. Imaginen mi cara de ese momento, y contrariamente a lo esperado, no me calenté en aclarar que se trataba de una broma.
En caso de que decidan aventurarse al peligroso mundo de las mujeres, prepárense. Estas son algunas de las cosas con las que se van a cruzar:

La histérica de boliche:
¡Saran! Sos lo más, vas por ahí bailando, estás sudado pero suponés (mejor dicho, esperás) que ese reflejo en las cabezas de los demás machos sea sudor también y no vaselina. De ser así, definitivamente entraste al lugar equivocado. Y allá a lo lejos la ves, es la damisela de tus sueños: BIEN PUTA.
Tiene pinta de que entrega, y vos estás entonado. Estás en ese delicioso punto medio entre la alegría y el vómito donde nada importa. Te acercás, le bailas un poco, la mina hace contacto visual y vos le comés la boca. La mina más o menos agarra viaje. La manoseas un poco hasta que te pone el freno, intentás llevartela a un rincón. Se resiste, la golpeas un poco, es más fuerte de lo que pensabas, te das vuelta, volves a tu casa. ¿Tanto bardo por un poquito de vómito che? Si estuvo en MI organismo ¿Qué tan mal te puede hacer a vos?

La que vive lejos:
-¡Hola! ¿Cómo andas?
-¡Bien!
-¿De dónde sos?
-Jujuy
-¿Tenés cam?
-No.

La del consultorio:
Decenas de viejecitas esperando en la sala del hospital para hacerse ver por un otorrinolaringólogo y vos, entre las viejas que preguntan qué hacés ahí siendo tan joven, aclaras que son exámenes para el laburo. Solamente hay una dama potable. Linda, bien arregladita, perfumada como la primavera y con facciones un tanto extrañas. Hacen contacto visual y te sonrojás. El médico llama por lista: "Walter Gómez". La señorita sonríe y se introduce en el consultorio. Se ve que venía con manija. Diez años de terapia para mí (Verídico, me pasó esta mañana en el Hospital)

La "Situación dificil":
Llegás a sacarle una salida. Van a un bar de Plaza Serrano carísimo que ella propuso porque le queda cerca y porque te aclaró, antes de elegir el bar, que no tiene un mango. Vos te hiciste el piola y dijiste: "No te preocupes, yo invito". Te lleva al Sullivan´s donde la pinta de Guiness está 15 mangos y obviamente pide Guiness tras Guiness. Te gastás 150 mangos en birra porque chupa como esponja nueva ¡Copada! Te acercás un poco, acercás la cara, pensás "No puede ser tan puta de pedirse 150 mangos en birra y después decirme que no". Te frena: "Estoy pasando por un momento dificil de mi vida Chulian y yo no estaba buscando... ¿Chulian? ¿Dónde estás?"
Vos escuchaste nada más hasta el "Est..". Pasa un taxi en movimiento por adelante del bar. Te tirás como el mono Navarro Montoya atajando un tiro libre y rompés la ventanilla con la cabeza. Le gritas al tachero "¡A cualquier lado!" Recordás que te fuiste sin pagar, entonces agregás: ¡Si hay putas mejor!". Te lleva a los bosques de Palermo donde está Walter haciéndose unos mangos. Te vas corriendo y mientras huís por Figeroa Alcorta, aparte de darte cuenta de que podés ver el futuro en tus chistes malos, le gritás al tachero: "Putas, forro, putas, ¿No entendiste?"

Te mudás a Bolivia, te cambias el nombre y empezás a ejercer la médicina como chamán en una pequeña comunidad indígena con un tarro de aspirinas que quedó en tu mochila. Te hacés llamar "Il-uhu-opteruua". En la lengua local significa "Aquel que nunca habrá de ponerla". Los indígenas te adoran hasta que se te acaban las aspirinas. Luego te empalan ritualmente en una palmera. Y no la deshojan ni le sacan los cocos, es un tramite realmente complicado, que tenés la oportunidad de ver ya que parte del ritual consiste en una milentaria técnica para que no te mueras hasta que salga el primer coco por tu boca.

Este fue el fin de mi cordura mental. Para todos ustedes vírgenes: MANTENGASE ASÍ. No trae nada más que problemas. Quédense vírgenes hasta el matrimonio y más allá. No por una cuestión de fidelidad. Tampoco por decencia, o para no cometer pecado. Sino porque es feo probar el dulce y que luego te cierren el kiosko.

15 octubre 2007

Babosa embarazada

Ya habíendo terminado de laburar y de estudiar un montón en la clase del místico, me vi obligado a suspender la ida a una fiesta y reemplazarla por volver a mi casa. Entiendan que salir cuando llueve me da paja. Mucha. Sobre todo si tengo que volver en bondi desde Belgrano.
Jueves por la noche y la lluvia caía hinchapelotas, molesta y hasta me hizo dudar de la garompa de jebús que desde el cielo nos mea sin parar hace semanas.
El habitual regreso a casa se vió alterado por un compañero que, amablemente, se ofreció a llevarme a mi hogar. El viaje era sumamente tranquilo hasta que el auto se detuvo a pocas cuadras de mi casa. Se ve que otra vez nos quedamos sin batería -Hay que bajar a empujar, sugirió el piloto. Cuidadosamente abrí la puerta, no sea cosa que al abrirla se la llevara puesta algún pelotudo de turno. Caminé hacia la parte trasera del auto con especial cuidado de motoqueros desatentos y viejos boludos que no les funciona el limpiaparabrisas. Tengo cero ganas de morir atropellado, o en su defecto, quedar paralítico o alguna pelotudez de esas.
Una vez ubicado en la cola del auto esperé que las luces del semáforo se pongan a nuestro favor y la señal del piloto para empezar a empujar.
La luz color verde iluminó la noche de Beccar y la orden de mi compañero no se hizo esperar. Empujé con fuerza, ¡mucha fuerza!. Soy la envidia del Automivil Club Argentino y del Ancho Peuchele. Las grúas y talleres mecánicos del barrio me tienen celos, lo sé. Sentí que si puedo empujar esto sólo con mis bracitos pálidos como teta de monja, bien puedo con la pija empujar un camión que transporta vacas. El auto se encendió. Mi compañero detuvo la marcha unos metros después para que yo pueda subirme. Y yo, que venía agrandado como chancleta de gordo, vanagloriándome por el éxito conseguido en la eterna lucha de Hombre vs Máquina, olvidé ese detalle. Seguí corriendo con todo el envión y mis dos rodillas estallaron contra el paragolpes del Falcon. Mis caderas, en cambio, fueron a parar contra la tapa del baúl y la sensación de éxito fue rápidamente reemplazada por otra: SOY UN PELOTUDO.
Subí al Ford orando que el caballero evite las preguntas obvias: ¿Querés que te lleve al hospital?, preguntó. Me dieron ganas de abrazarlo ante tal acto de preocupación. Elegí negar con la cabeza y no volví a abrir la boca hasta llegar a mi destino. Y sí, acostumbrado a cosas livianas en el transporte público, no estoy capacitado para estos trotes. Lo peor es saber que mi agilidad de babosa embarazada me demuestra, cada día que pasa, que uno siempre puede ser más boludo que el día anterior. Sepan que no me extrañaría morir trágicamente cambiando el cuerito de una canilla o perder accidentalmente la cabeza a manos de una puerta mal cerrada.

10 octubre 2007

No entran moscas

El empleado con cara de culo se acerca al mostrador y me pregunta qué voy a llevar. M... como llevar, me llevaría ese picaporte pesado para defensa personal, para abrirle la cabeza a una estúpida, pero quizás más adelante. Ahora necesito dos copias de esta llave, ¿Podría ser?, respondo amablemente. El empleado se va y minutos después llega quien efectivamente realizó la labor encomendada. El tipo es muy alto. Seguro que en la primaria era último en la fila. Listo, campeón. Acá tenés, me dice con una sonrisa en la cara. Tiene mucha alegría para un martes con lluvia. Seguro está fumado o allá arriba se le apunó el cerebro.
Llego al trabajo y mi coordinador insiste en que las pruebe para ver si funcionan. Subo los mil escalones hasta el aula y hago el testeo. Como era de esperarse. Como viene sucediendo en los últimos dieciocho años, siete meses y veintiocho días. Mi ejército personal de pitufos flageladores se encargó de mearme y arruinar las pocas cosas lindas que tenía la tarde y la puta llave no funciona. Vuelvo a la ferretería cuestionando la virginidad de la mamá de quien fabricó las llaves. Me pregunto qué tan dificil puede ser multiplicar un objeto metálico de no más de ocho centímetros de largo.
De nuevo me atiende el empleado con cara de culo, que sólo le falta escupirme para demostrar las pocas ganas de laburar en un día como hoy. Mirá, probé ambas y no hay caso. Incluso las comparé con la original y si te fijás acá están un poquito más anchas de lo que deberían estar, digo con miedo. El tipo me mira y se va en silencio. Debe tener agua en las venas. Otro puñado de minutos más tarde vuelve el alto con las gemelas entre sus manos. Jeje, hasta les puse un llaverito a cada una, anuncia con alegría. Regreso al trabajo. Con el culo cansado y falto de oxígeno culpa del cigarrillo recién apagado. De nuevo subo los mil escalones. De nuevo estoy parado frente a mi enemiga del día. De nuevo estoy parado con desazón sabiendo que tengo que volver a la ferretería suponiendo que esta vez el empleado va a escupirme por rompepelotas. Cada paso de los cientos que voy a dar de ahora en más me acercan a convertirme en un asesino serial de cerrajeros, duplicadores de llaves y abridores de puertas. Una pulidita más y seguro que va, dice el lungo. Tercera vez en menos una hora que trepo hasta el aula y lucho en vano con la esperanza de no tener que caminar, subir escaleras, bajar escaleras y mojarme en la calle. No hubo caso. Esta vez opté por llamar al lungo que no tardó en venir y solucionar el problema. Mientras acompaño al señor cerrajero a la puerta, pregunté si además de esas enormes puertas y esos bellos picaportes vendían candados. Si, ¿Necesitás alguno en especial?, me responde. ¡Sí!...uno bien grande para poder cerrar la concha de tu hermana, pienso en silencio. Hay veces en las que es mejor cerrar la boca, afirmo mientras mi coordinador vuelve a pasar delante mío.

06 octubre 2007

Multiple Choice

Por alguna extraña razón no me hablo con ninguno de mis compañeros de Economía. Bueno, salvo con el gusano que me lo cruzo seguido y cuando no está maltratando mujeres, me empuja para que me vaya si es que hay alguna mujer cerca. Lo hizo el miércoles pasado: Me empujó alebosamente pidiendo que lo deje sólo con la dama en cuestión. La dama sonrió, le dijo que era un pajero y se fue. No sé quien es esta chica pero me cae bien.
Hoy, hasta antes que él me interrumpa, yo estaba tranquilito sin molestar a nadie. Tomando sol, escuchando música y fumándome un pucho en el patio de la U.B.A. ¿Vieron? Puedo hacer más de una cosa a la vez. No soy sólo una cara bonita. En mi opinión, las charlas facultativas son de lo más monotemáticas que escuché en mi vida. Que qué carrera cursás, que cuando tenés parcial y que cómo te está yendo. Hasta que algún desubicado decida romper con el orden preestablecido. -¿Cuánto ganás?, me pregunta el gusano. Cualquiera que me conoce sabe que odio hablar de dinero. Mucho más, odio hablar del que gano con el sudor de mi frente. -No importa eso, no me gusta hablar de guita, le respondo con mi voz de papagayo malhumorado que tiene que rendir un sábado. -Dale, contame, insiste. Ahora tengo ganas de desmaterializarlo y convertirlo en Viviana Saccone. -Ni mis viejos saben cuánto gano, contesto. Que no es mucho, pero evito el tema. No lo soporto más, necesito una buena excusa para que no se me acerque. -Me quedé sin fuego, ahí vengo, le digo mientras acomodo las cosas en la mochila. -Yo vuelvo a estudiar, dice el gusano que no quiere quedarse solo. Me arreglo el jean para que no se me vea la raya del culo y me dirijo hacia el kiosko. Casualmente está ahí mi verdugo de turno comprando UN cigarrillo. Le doy mi paquete si me aprueba, digo en un claro intento de soborno. Niega con la cabeza y sigue su camino hacia el aula. Lo sigo con fingido disimulo mientras ruego que caiga por las escaleras y pasen el parcial para la semana que viene. Evidentemente Jebús no escucha mis súplicas maliciosas.
Ahora sí, tengo el examen sobre el banco. Llegó el momento de que evalúen cuanto sé. Llegó el momento de estar con el culo en la mano hasta que me den la nota. Llegó el momento de darme cuenta que en momentos así me convierto al catolicismo casi como por arte de magia.
Apenas empezado el parcial llega en retraso la chica de sweter azul, que hoy no lleva sweter azul pero digo así para que la identifiquen. El gusano me mira y me sonríe. Saca una hoja y escribe que la tiene muerta. Saco yo una hoja y le escribo que eso no es noticia. Que sabemos que la pija se le murió hace rato.
Veinte minutos después, entrego la evaluación y al salir veo al gusano y a la maltratada discutiendo una vez más. Sos un imbécil, sentencia ella y se va por el pasillo. -¿No era que la tenías muerta?, pregunto sabiendo que le va a molestar. Sabiendo que en situaciones así el pibe es un bidón de kerosene y yo sólo tengo que acercarle un fósforo para que estalle. Andate a la concha de tu madre, hijo de puta, me responde con la voz cargada de odio y los ojos furiosos. Es música para mis odios que el gusano me insulte. Lo miro de arriba a abajo con una mirada descalificadora. Vengo de rendir un examen de opciones múltiples, ahora me toca jugar a mí. Elijo la opción "A" y camino apuradísimo tras los pasos de la señorita. Esta vez no se me escapa.

04 octubre 2007

Se hace camino al andar

Que lindo este barrio, pienso mientras recorro sus distintas manzanas. Bueno, lindas algunas y otras no tanto. Bienvenidos a un paseo mágico por la zona de los Artistas.
La primera que visito es la calle Cafre. Es bonita y a la vez es medio cuadrada y una casa se parece mucho a la otra. Pintorezca, pero a veces aburrida e intrascendente. Antes sólo algunos pocos se atrevían a transitarla e incluso disfrutaban pasearse por esos lares. También era más barata. Ahora está de moda y es una zona muy frecuentada por gente que de verdad desconoce su historia pero pretende estar en la onda y por eso la visitan. Cafre se cruza seguido con la calle Nonpalidece pero en lugar de haber piquetes, como en otro barrio, se bardean con altura.
Me aburrieron estos, mejor agarro otro camino, pienso mientras leo en la guía. Ya sé para donde ir: la calle Charly García parece ser un buen destino. Esa es una de las más antiguas y originales. Originales, bueno... por lo menos en su momento. Con el paulatino correr de los años se volaron lás Máquinas de hacer pájaros. Aquellas que propiciaban el sustento y el equilibrio. Allí también hubo un par de incendios y cuando cae la lluvia ácida se arma flor de quilombo. Lo importante es que a casi todo el mundo le gusta transitar por ahí. Algunas personas la siguen amando como en los comienzos porque les recuerda los gratos paseos de su juventud a lo largo de sus extensas cuadras. Otros insisten en que está en decadencia y lo mejor sería demolerla por completo. Un debate conmigo mismo toma lugar en mi consiencia: o me tomo una cerveza, o me voy para la rivera. Ganó la opción dos y qué mejor para eso, que tomar la calle Bersuit. Esta fue en su momento la calle de Vanguardia y un lugar de lucha. Sobre todo en esas épocas en las que los ánimos en el barrio no eran los mejores. Detrás de los arbustos de las veredas hay voces que los acusan de haberse vendido al enemigo, haber cambiado su fachada y no ser como antes. Muchos fieles paseantes todavía gustamos de su paisaje y preferimos ignorar lo que algunos herejes quieren hacernos creer. Aunque, sindeo honestos, preferimos su antigua arquitectura.
Más en las afueras están las calles en extinsión ó bien que duraron muy muy poco para construirse. Lo loco es que tardaron muchísimo menos en venirse abajo. Entre ellas están la Avenida Bandana, el Boulevard Mambrú y la sin salida Gamberro. Fueron sitios construidos por algunos sectores de jóvenes que no tardaron en darse cuenta de lo que estaban alimentando, entonces decidieron cambiar de opinión y buscar otra lugar donde pasar sus tardes.
Sumo ya no existe más, es una lástima. Hace unos quince años se Dividieron hasta Las Pelotas, dando lugar no a una intersección bardera, sino más bien, gestando dos calles paralelas.
En cuanto a la tecnología y los nuevos caminos se destaca, sin duda alguna, La ruta Ricottera. Ella existió, existe y existirá para siempre en los corazones de quienes alguna vez la recorrieron. Al final tiene un bifurcación pero todavía la recordamos con cariño y esperamos que sus carriles vuelvan a unirse más adelante.
Distinto es el caso de las Diagonales Ceratti, Bossio y Alberti, que nadie lo entiende. En su momento esta intersección fue la mejor de todas. La más bella, colorida y cautivante. Después de algunos años decidieron cambiar sus rumbos y ahora parece que, como apareció el billete, hicieron las pases y se volvieron a cruzar. O al menos, acordaron cruzarse algunos meses para que los adolescentes ingénuos y treintañeros nostálgicos la recorran, la visiten y compren un montón de boludeces en sus puestitos. La parte buena es que en esta intersección el paisaje es monumental y ahora que ya es de noche si me detengo a mirar al cielo, puedo ver la Luna Roja.
Para el lado Oriental, más precisamente del otro lado del charco hay una calle de origen modesto y de perfil bajo. En realidad, se dice que no se tenían mucha fé en sus comienzos y es por eso que se autodenominaron No Te Va Gustar. Contrariamente a lo esperado, hoy por hoy esta calle es un boom y se ha convertido en uno de los paseos de la gente fashion por excelencia. Yo ya casi ni paso por acá, me molesta el caretaje.
La Calamaro se la ve de a ratos. Ahora prefiere parar en España y volver para Diciembre a hacer grandes Obras al aire libre.
Con el crecimiento poblacional aparecieron farmacias top que venden Pastillas del Abuelo. Efectivas, sí. Pero sobrevaluadas antes de tiempo.
Me llama poderosamente la atención un cartel que veo desde acá. Un cartel que anuncia con algarabía el regreso de Estela y los Cinco Latinos. Curiosamente en el cartel sólo veo a cuatro de ellos y me pregunto si el que falta murió, ó está sacando la foto.
Por último y menos importante, la calle Levon Kennedy. Hay quienes dicen que nace cuando se cortan J.F.K y Monroe, pero sus veredas son un quilombo, las fachadas son un desastre y ni hablar de la locura que engendra con las calles vecinas.
Pero, queridos lectores, este paseo recién empieza...

03 octubre 2007

Inconsciente colectivo, Consciente Pasajero

~Esto es obra de “El Rosarino”, para su primer aporte a Pasala y que no vuelva~

Cansado ya de las historias sin final, o más bien dicho, de las historias cíclicas de la vida.
Observando en distintas experiencias, personales, cercanas o con personas que no me interesan.
Voy a cubrir lo anómalo, innecesario que puede llegar a ser y hacer ciertos individuos, ya sean hombres o mujeres.
A la hora del famoso pasado pisado. Que ahora al mirar cierto reality show por tv, se le implementó LO PASADO PISADO, PERO NO OLVIDADO…
Para quienes no interpreten lo que quiero decirles, me refiero a las “aventuras pasadas” por así decirlo que terminaron mal, y por cabeza querés volver.
Es terrible el hecho del despecho. Más bien dicho cuando el otro intenta hacer todo lo posible (por calentura más que nada) para volver a posesionarse, sobre el preciado premio, sin importarle nada, su plan estratégico, donde para él o ella VALEEE TODOOOOO... Dejando a la presa acogotada hasta el cuello, con varias posibilidades de elecciones…
Eso da mucho que hablar, pero los dejo pensando por buen rato. Que es lo que quiero hacer…
Mi comentario final, es el siguiente,
¿Por qué no experimentan cosas nuevas con otros/as ?
¿Por qué laburan tanto la parte psicológica, hasta dejar al otro hecho trizas?
¿Por qué no se puede decir, adíos y si intentas volver hacerlo de una manera sana para ambos?.
¿Por qué, el por qué de eso y mucho mas ?
Como dije al principio, son historias sin finales, por lo tanto este relato, no tienen final, cada uno es dueño de crear sus finales, o su final. Dejando un buen comentario, contestando las preguntas u opinando del tema.
Espero no haberlos cansando.

01 octubre 2007

Domingo McChoto

La fila de la caja de este maldito casino está apestado de viejas que están más cerca de tocar el harpa que la guitarra. -A esta caja no voy ni en pedo, mirá lo que es. Parece la fila del Banco Provincia el primer lunes del mes, le digo a la Tincha.
Pregunto a un señor de frac azul y bigotes grises donde puedo cambiar monedas para empezar a jugar. Para sentir que nada me importa y que veinte pesos no me significan nada. Que sé que los voy a perder en menos de diez minutos e igualmente voy a salir con la frente levantada. El hombre tiene menos onda que pelo lacio y su voz me hace pensar que está en este recinto por error. Más bien parece empleado de Casa Sierra o el CEO de Rotten. A estas alturas siento que tengo a todos los sepultureros del universo resumidos en una sola persona. Me dió miedo, en serio. El señor me dirije de nuevo a la misma caja donde están las mismas viejas que hace tres minutos atrás. Viejas que vienen a gastarse su escasa jubilación. Quizás también vengan con la esperanza de encontrar un joven guapo. Como la degenerada de Santa Fe.
Conclusión: Perdí y no solo eso, sino que cuando me levanté de la máquina una señora que estaba a un paso de la quinta dimensión con una moneda hizo saltar la banca. Tengo ganas de hacerla pasar a mejor vida. Mejor dejemos que la inflación y el descuento de haberes a los jubilados se encarguen de cumplir con mi cometido.
Salimos del casino. La tincha está contenta como puto con dos culos porque ganó. Mi hermana tiene una cara de culo que se la patea porque perdió el triple de dinero que yo. Ahora tenemos que ir a comer para sentirnos mejor. Para superar la angustia oral, reirnos y olvidar lo feo que se siente no ser hijo de un magnate o del Rey de algún país lejano. El primer destino es el McDonald's de Tigre. Cerrado.
El viaje al segundo Mcdonald's concluye con la Tincha y yo cantando a dúo "I can't help falling in love with you", de Ub40. Por nuestra entonación parecemos una versión ilegal de los Bee Gees. (Entre paréntesis, ¿No son re parecidos el cantante de los Bee Gees y el que canta en Pimpinela?). Llegamos a la casa del payaso de las hamburguesas de dudoso origen de San Fernando y otra vez la mala noticia: Está cerrado. Intento chamuyarme a una de las empleadas que está limpiando las mesas de afuera. Trato de insisitirle que si bien el local cierra sus puertas a las 23, el hecho de que llevemos cinco minutos de demora no tiene por qué impedir que comamos hasta reventar... Incluso sé que por el hambre que tengo y el amor hacia mi hermana y mi amigo, en este momento soy capaz de hacer cualquier cosa con tal de que me abran, me dejen hacer mi pedido y me dejen comer. No tuve éxito.
El viaje a McDonald's de San Isidro es bastante agradable, sobre todo por mis chistes re-locos que a pedido del público les voy a contar.

Caperucita: ¡Que ojos tan grandes tienes, Abuelita!
Abuelita: ¡Es para verte mejor, Caperucita!
Caperucita: ¡Que manos tan grandes tienes, Abuelita!
Abuelita: ¡Es para abrazarte mejor, Caperucita!
Caperucita: ¡Que nariz tan grande tienes, Abuelita!
Abuelita: ¡Es para oler mejor tu perfume, Caperucita!
Caperucita: ¡Que boca tan grande tienes, Abuelita!
Abuelita: Caperucita, ¡No sabés que pija grande que tiene tu abuelo!

Nos sentamos en una mesa, y ahora sí. A disfrutar, a saciarnos y a engordar hasta que no nos dé más el cinturón. A que no nos importe el verano que se aproxima ni vernos obligados a sacarnos la remera en público. A que no nos importe que las huecas de turno no quieran salir con nosotros por motivos re válidos como: "Tenés pancita". A enchastrarnos las manos, engrasar la pajita con nuestra sucia boca y bancarnos el olor a cebolla hasta volver a casa. A que se nos irriten los labios con la sal de las papas fritas y eructar en silencio para no pasar vergüenza.
La frutilla del postre fue una jóven sentada en la mesa contigua. Cruzamos miradas con la Tincha. -Fijate que de cara es igual a Nelson, me dice. Me siento realizado. Desde hace media hora estaba esperando que alguno de los presentes lo diga. Si no lo hice yo fue para que no me acusen de hijo de puta. Un fils de rue, como diría mi amiga Audrey. -Si le ponemos música, ¿Baila?, le respondo. Risas generalizadas. Me atraganto con el último mordiscón de la hamburguesa y de repente estoy de color violeta. Dos horas pasaron y todavía la tengo a mitad de camino entre la garganta y el estómago. Creo que no va a haber patada en el pecho que alcanze para poder bajarla. Dios castiga y no con revenque, diría mi padre. Esto en Burguer King no me pasaba, digo Yo.