28 marzo 2008

La terminal (del subdesarrollo)

Tal como Tom Hanks (Y no me refiero al personaje retardado que hizo a principios de la década del noventa. Al menos no en este update; quienes me lean a menudo sabrán que nada más alejado de mí que ser un bobo a pedal como Forrest Gump) voy a vivir en un lugar de tránsito público y tránsito lento.
Después de mucho meditarlo, hacer cuentas, evaluar los pro y los contras, opté por tomar posesión de la Universidad de Buenos Aires. Me va a salir más barato instalar una carpa en un aula abandonada que seguir viviendo aquí, ya que durante los próximos meses de mi vida deberé acudir seis días a la semana en pos de terminar el conchudo CBC. Además, cuento con baños, locutorio, cafetería y kiosko. Siendo realista, hoy por hoy es todo lo que necesito para subsistir.
A la hora de repartir los papeles, se me ocurrió que el del guacho que quiera deportarme quedará relegado a algún muchacho del Departamento de Alumnos (o del monoblock de profesores) quien se encargará de hacerme la estadía imposible. Probablemente se alíe con los caballeros de la franja morada para que irrumpan en mi franja y hagan estragos en mi virginidad anal. Ahora que lo pienso a mi culo y a la carpa, tienda, o sábana sostenida por un montón de ramitas le voy a poner alarma perimetral, Lo-Jack y ADT.
Ya que la historia cinematográfica también incluía un amor dificil de sobrellevar, se me ocurrió que mi enamorada de turno podría llegar a ser Eleonora, la dama que atiende el barcito. Si bien ella no es Catherine Zeta Jones y tampoco tiene un novio que sea piloto de aviones, el tipo la RE pilotea con la máquina de café. Es motivo más que suficiente para ser parte de esta historia. Además, el hombre pasa ahí gran parte del día, tal como lo haré yo en un futuro no muy lejano para pelear por el cariño que me tengo merecido. Dicen que a los enemigos hay que tenerlos cerca... debe ser por eso que mis viejos comparten techo hace más de treinta años.

A propósito, Papá Noel me respondió la cartita que le envié hace algunas semanas atrás con una nota que decía "¡Andá a lavarte el ojete vos, perejil! El próximo chiste que hagas sobre Rodolfo y sus adicciones mi cruel familia y yo vamos a tomar represalias. El tiro que te lo pegue tu vieja".

20 marzo 2008

Hit me

Como muestra de agradecimiento por los daños ocasionados, les dejo un pequeño video para que se entretengan hasta que pueda sentarme a escribir en algún momento de la vida. Creo, sin temor a equivocarme, que Tin cumplió la fantasía de todos aquellos que alguna vez me conocieron: la de pegarme. Y que me duela.

17 marzo 2008

Estamos atravesando severos problemas tecnicos en este momento. Sepan disculpar las molestias ocasionadas. Estamos trabajando para su comodidad.

Atte. Chulian.

12 marzo 2008

Al olor del hogar

Hociqueó el ambiente y sin ningún tipo de escrúpulos y sin medir el daño que me haría sentenció: "Hay olor a puterío acá". Pero campeón, es un desodorante de ambientes que compré hace un par de días. No importa, hay olor a puterío, insistió.
Doce horas más tarde, cerca de las cinco de la mañana de un domingo, me pidió que lo llevara a un piringundín. Pero no a cualquier antro de perdición. Me pidió que lo llevara a uno que estaba a nueve Farmacitys de distancia, cerca del barrio porteño de Palermo. Sabía, por la zona a la que nos dirigíamos, que había más chances de ser violados por la banda del gordo fiambrín que que mi amigo se desleche con una señorita de la noche. No obstante, ante la inminente posibilidad de que el cabellero me eligiera como blanco para su desagote, opté por acompañarlo a dicho sitio.
Al entrar, una cuarentona que reclamaba un plan canje urgentemente nos recibió con la vulva abierta. La señora era la versión gorda de Daniel Agostini, con los ojos saltones y una voz ronca que denunciaba que el paso del alcohol, el cigarrillo y la clandestinidad repercuten en la fisonomía y el timbre de voz de las personas. No tardó mucho tiempo en afirmar con seguridad que "Las cuatro chicas que están son divinas, ya van a ver..." y nos invitó a sentarnos en unos sillones que apenas quise tocar con mis manos del asco que me producía dicha situación.
Tanto como la primera de las damas que se presentaba para realizar su tarea, el lugar era bastante feo. Tenía una suerte de living pequeño con una barra donde los oportunos "amigos gamba" como yo podían tomar un trago mientras esperaban el regreso de quien venían a acompañar. Más atrás, una cocina donde las muchachas descansaban entre cliente y cliente y una habitación al final del pasillo. Al costado de este, unos duendes mal pintados y casi diabólicos reposaban sobre un hogar a leña quitando, al menos para mi virgen entender, toda posibilidad de erotismo.
Mi amigo eligió a la cuarta chica, la que se hizo rogar por un rato por estar ocupada con otros asuntos. Yo, en cambio, me quedé en la barra fumandome un pucho, esuchando música y teniendo conversaciones de lo más interesantes con la madama. Acá quiero abrir un paréntesis: Yo no pasé. No por decencia, no por no cometer pecado o algo por el estilo. Simplemente NO me gustan las trolas. Todo bien, es un laburo tan digno como cualquiera, no por nada es la profesión más antigua de la humanidad pero mientras tenga estómago, me abstengo de elegir el sexo gerenciado.
Seis canciones de La Mancha de Rolando más tarde mi amigo salió de la habitación con cara de feliz cumpleaños y con la cabeza más erguida que antes. Se notaba que el peso de la leche en su masa encefálica había disminuído considerablemente. Ya en la calle y con una Buenos Aires amanecida emprendimos el regreso a casa. Che, tenías razón, le dije. ¿Qué pasa?, respondió mi amigo. Que...tenías razón, ese desodorante de ambientes que compré para casa huele a cabarulo.

05 marzo 2008

Siguiendo la Luna (Y el piso)

Hace algunos días atrás Tin publicó en Cinco por Cuatro un post acerca de cinco cosas que uno hace de boludo. Tristemente, el punto cuatro le es ajeno y formar parte de una de mis vivencias mientras me bañaba. Dedicado a Sil, quien pidió que le expliquemos. Ahí va:
Ese día yo estaba con algunas líneas de temperatura y, aburrido por pasar cuatro días tirado en la cama se me ocurrió ponerle un poco de onda a mi existencia. Más allá de que casi me caigo mientras que intentaba sacarme una media parado y me rompí los codos jugando a ser La Mole en el baño, había logrado meterme en la bañadera, abrir las canillas, cerrar la cortina y procurarme un baño para sentirme menos peor. Estaba equivocado, como siempre. Sin dudas el vapor, el calor y el encierro hicieron el daño suficiente como para convertirme en un pelotudo enfiebrado y con alucinaciones. Al menos más pelotudo y más alucinógeno que lo que suelo estar normalmente. No es que hubiera fumado algo, pero se ve que me hizo mal la mezcla satánica y, en el estado que estaba, me era dificil distinguir que si no quería morir de un golpe, iba a tener que secarme y volver a la cama antes de que lo peor ocurriera.
Ya enjabonado y con el piso convertido en una sucursal de la fiesta de la espuma, mi cerebro y yo pensamos que sería "Divertido" hacer el moonwalk en la ducha. Los dos primeros pasos fueron dados con gracia y agilidad, moviendo las manitos y los hombros, girando y agarrando el supuesto sombrero. Tal como lo ví hacer a Michael Jacksons antes de que sea tan tan blanco. El tema estuvo en el tercer paso, donde teniendo en cuenta que la tercera es la vencida, pisé el jabón y no me costó mucho perder el poco equilibrio que me quedaba. Los resultados no tardaron en hacerse esperar y en menos de un segundo estaba, caño de la cortina mediante, en el piso pidiendo piedad antes de morir. El aterrizaje forzozo comenzó con mis costillas vs el borde del lavamanos y las rodillas de lleno contra las cerámicas. Dolor y del bueno, sí. En un segundo ya había recobrado la consciencia y mientras luchaba por pararme, pensaba cosas como "Sos un pelotudo, Julián". Me recompuse y me juré a mí mismo jamás hablar del tema... lo único que puedo decirles es que no lo intenten en casa a menos que estén supervisados por un adulto responsable o por una novia copada que antes de echarse a reir, se tome la molestia de ayudarnos a levantarnos del suelo.