Dobló la esquina y estacionó pegado al cordón para que se mojaran un poco menos. Abrió la puerta y subieron una morocha y un pibe que salió sin paraguas. En la calle no andaba casi nadie, mucho menos a pie, y el colectivo venía prácticamente vacío. El flaco subió atrás de la morocha, pagó y se mandó para el fondo dejando una huella de gotas que le chorreaban. La morocha se quedó adelante mirando algo. La ventanilla del primer asiento de la derecha estaba abierta y los asientos de cuerina estaban pasados por agua.
Ella dijo:
-Te la cierro, se está empapando todo.
Él dijo:
-No, no, no. No cierres, dejá así.
Ante la cara de sorpresa de la morocha, que no atinó a sentarse en alguno de los quince lugares disponibles, sintió que le debía una explicación.
Él dijo:
-Pasa que necesito que entre aire, con la humedad que hay se me empañaron todos los vidrios. No veo nada.
Ella dijo:
-Ah, pará -cerrando la ventana- ¿no tenés un trapito? Se lo paso, no tengo historia.
Hacía un tiempo que estaba solo y se había olvidado lo que era charlar con alguien nuevo. Y aunque no pensaba en que eso cambie, nadie es inmune a un domingo de lluvia.
Él dijo:
-No te hagas problema, es mejor -mientras pasaba un semáforo en rojo- si volvés a abrir el vidrio.
Ella dijo:
-No tengo nada mejor que hacer. Dame el trapo que tenés ahí -señalando un trozo de tela gris que había entre la máquina y el asiento- no me cuesta nada.
Afuera la tormenta se había convertido en diluvio y el cielo estaba negro. Aunque eran las seis de la tarde las luces de la calle ya estaban encendidas. Él empezaba a sentirse cómodo y hasta pudo sonreirle. Revisó con la vista la camisa y el pantalón, esperando estar impecable. Ella se miró en el reflejo del vidrio, y al verse a su derecha, le gustó la pareja que hacían.
Él dijo:
-Sacaste boleto de un peso con cincuenta, así que no vas muy lejos.
Ella dijo:
-No, acá nomás. Voy hasta el shopping -mientras terminaba de limpiar el vidrio- tengo ganas de ver una película.
Para el shopping faltaban cinco cuadras. Para el final del recorrido, una hora.
Él dijo:
-¿Te encontrás con alguien o vas sola?
Ella dijo:
-Todavía no sé si viene una amiga. Me parece que con esta lluvia...
Y ahí nomás supo que si no hablaba rápido se iba a quedar sin chances de cononocerla y de enamorarse.
Él dijo:
-A cuatro cuadras de la terminal hay un cine, si querés esperarme, vamos.
Ella dijo:
-Bueno, dale. Le mando un mensajito a mi amiga y le aviso que no venga.
Él se acordó que hacía mucho tiempo no salía por primera vez con una mujer que le gustara tanto.