11 febrero 2013

Aguafuertes porteñas


Dobló la esquina y estacionó pegado al cordón para que se mojaran un poco menos. Abrió la puerta y subieron una morocha y un pibe que salió sin paraguas. En la calle no andaba casi nadie, mucho menos a pie, y el colectivo venía prácticamente vacío. El flaco subió atrás de la morocha, pagó y se mandó para el fondo dejando una huella de gotas que le chorreaban. La morocha se quedó adelante mirando algo. La ventanilla del primer asiento de la derecha estaba abierta y los asientos de cuerina estaban pasados por agua.

Ella dijo:
-Te la cierro, se está empapando todo.
Él dijo:
-No, no, no. No cierres, dejá así. 

Ante la cara de sorpresa de la morocha, que no atinó a sentarse en alguno de los quince lugares disponibles, sintió que le debía una explicación. 

Él dijo:
-Pasa que necesito que entre aire, con la humedad que hay se me empañaron todos los vidrios. No veo nada. 
Ella dijo:
-Ah, pará -cerrando la ventana- ¿no tenés un trapito? Se lo paso, no tengo historia. 

Hacía un tiempo que estaba solo y se había olvidado lo que era charlar con alguien nuevo. Y aunque no pensaba en que eso cambie, nadie es inmune a un domingo de lluvia. 

Él dijo:
-No te hagas problema, es mejor -mientras pasaba un semáforo en rojo- si volvés a abrir el vidrio. 
Ella dijo:
-No tengo nada mejor que hacer. Dame el trapo que tenés ahí -señalando un trozo de tela gris que había entre la máquina y el asiento- no me cuesta nada. 

Afuera la tormenta se había convertido en diluvio y el cielo estaba negro. Aunque eran las seis de la tarde las luces de la calle ya estaban encendidas. Él empezaba a sentirse cómodo y hasta pudo sonreirle. Revisó con la vista la camisa y el pantalón, esperando estar impecable. Ella se miró en el reflejo del vidrio, y al verse a su derecha, le gustó la pareja que hacían. 

Él dijo:
-Sacaste boleto de un peso con cincuenta, así que no vas muy lejos. 
Ella dijo:
-No, acá nomás. Voy hasta el shopping -mientras terminaba de limpiar el vidrio- tengo ganas de ver una película. 

Para el shopping faltaban cinco cuadras. Para el final del recorrido, una hora. 

Él dijo:
-¿Te encontrás con alguien o vas sola?
Ella dijo:
-Todavía no sé si viene una amiga. Me parece que con esta lluvia... 

Y ahí nomás supo que si no hablaba rápido se iba a quedar sin chances de cononocerla y de enamorarse. 

Él dijo:
-A cuatro cuadras de la terminal hay un cine, si querés esperarme, vamos. 

Ella dijo: 
-Bueno, dale. Le mando un mensajito a mi amiga y le aviso que no venga. 

Él se acordó que hacía mucho tiempo no salía por primera vez con una mujer que le gustara tanto.
Ella se acordó que en frente de la sala hay un telo muy lindo.