28 agosto 2008

¡Es imposible!

Consecuencias de estar en cama y con vómitos hace dos días es:

a) Dejé de fumar.
b) Dejé de comer boludeces.
c) Hace dos días no paro de dormir.
d) Hace dos días no voy ni al trabajo ni a la facultad.
e) Hace dos días que me la paso a una infusión de agua hirviendo y limón, 7 up natural y sin gas, y arroz blanco.

Hay cosas que el dinero no puedo comprar, para todo lo demás existe la lástima.... y la gastroenteritis.

20 agosto 2008

Menage a trois (II° Parte)

Volver a casa con las manos vacía no era una posibilidad. Más bien era tan imposible como pedirle a Michael Jackson que se quedara una noche cuidando a mis primitos. Fue así que luego de contar hasta cien mil, tomé coraje, salí de Medicina y me introduje nuevamente en el subte. En el interior del vagón la misma situación que hacía un par de horas atrás estaba potenciada: el olor a culo de perro mojado estaba causando daños climáticos, la transpiración evidenciaba el abandono de Rexona, y la barba de emo lampiño me hacían estallar las fosas nasales mientras mis auriculares me jugaban una mala pasada y amagaban con terminar de morir. Los floggers y sus detestables vacaciones invierno habían copado los asientos, el pasillo, la puerta y la Bastilla. Claro que tanta acumulación de osamentas no fue un impedimento para los desacatados de siempre para pasar y frotar a todo lo que tenga pulso. Incluso a mí, que no gozo en absoluto del roze de bulto ajeno y que a pesar de mi metro ochenta y pico de altura se ve que no intimido ni un poquito. voy a empezar a poner cara de malo.
Descendí en Catedral, a pasitos de Plaza de Mayo y arribé, esquivando gente, al Ministerio del Interior. Obvio que tuve que esperar un milenio casi llorando en soledad para que llegara mi turno, y la sensación de bronca todavía no se me pasaba. Al llegar al mostrador apoyé los papeles sabiendo que en algo me estaba equivocando.

-Tenés cara de que en cualquier momento te agarra un ataque, dijo la señorita.
-¿Se me nota mucho?, le pregunté con la voz hinchada y los huevos por el piso.
-Contame.
-¿Te parece?
-sí, contame, dale.
Le conté mis penas, mis miserias. Le dije todo lo malo que había sido mi día, mi noche, mi playa, mi lluvia. ¿Será que no me amas? Le comenté de mis ganas de peinarle para el costado los pelos del orto a un flogger con unas zapatillas talle 45. Le expliqué mi miedo a los ascensores, mi particular cariño hacia las cucarachas y cuando vi que la conversación se estaba yendo a la mierda, opté por cerrar la boca. Ella me escuchaba pacientemente, me miraba con esa mirada tierna, como si se hubiera fumado un porrito antes de entrar a laburar.
-Yo te firmo esto y ya podés ir a certificarlo... Y si vos ahora te preguntás por mi paciencia, te cuento que me medico.
-De lo que sea que estés tomando, fumando o inyectándote, mi organismo y yo queremos una ronda en este momento.

Volví en subte a Medicina a sacar número, a esperar con cara de feliz día de la apretada de pelotas, a terminar de una conchuda vez con el tramiterío, a soportar la humedad y el mal humor de mi propio cuerpo. Una hora y media más tarde mi título certificado y yo salimos del recinto con más hambre que el Chavo del Ocho. Burguer King me hizo el aguante y ya mi odio viceral se iba extinguiendo con cada bocado. Con tanto frote de transporte público un genio salió por mi oreja cuando menos lo esperaba y para esta altura, sospecho que entre Metrovías y la UBA hicieron un pacto para garcharme, por supuesto, de parado. Y yo, que no me achico, los cagué y le elegí el nombre: se va a llamar Ricardito.

15 agosto 2008

Menage a trois

El primer y el segundo combate del día tuvieron lugares comunes. Por un lado, la vieja y el pelotudo que me insultaban a los gritos y del otro lado yo, a los gritos, para que alguien se dignara a darle el asiento a una embarazada y a una joven madre con un pequeño bebé a cuestas. La humedad de adentro del tren me hacía temblar la rotula y para cuando terminé de pelearme, me bajé hecho un campeón defensor del título en la estación Rivadavia. Aunque el trayecto hubiera sido tan incómodo como festejar el día de la familia con Ricardo Barreda, no era nada comparado con lo que vendría.
Todo lo que tenía que hacer ahora era esperar el colectivo hasta Ciudad Universitaria, consultar por mi analítico de CBC y seguir viaje para certificar el título secundario en el humilde barrio de Recoleta. Quizás, si los tiempos me daban, aprovechar el día para ir hasta la facultad para inscribirme y empezar a hacerme la cabeza por los años que me quedan.
Al llegar a Ciudad Universitaria, la fila ascendía prácticamente a 200 personas en búsqueda del mismo material que quien les habla iba a buscar. Llegado mi turno, cerca de las once de la mañana, el joven apostado del otro lado del monitor no tuvo ningun problema en decirme que no estaba listo todavía mi objetivo, y que si quería seguir con vida en el sistema, debería correr hasta llegar a Medicina. Mi nivel de apertura anal comenzaba a acrecentarse mientras la lluvia me empapaba hasta los pelos del culo y cuarenta minutos después ya estaba en el subte que me vería perecer.
La cantidad de floggers, emos y todo tipo de niños sin clases ni personalidad propia me molestaban por demás y aunque el ruido del subte y el volumen de mis auriculares eran bastante altos, uno no dejaba de escuchar "aaahhh reeeee" por todas partes. En venganza se ve que a alguien se le ocurrió que sería buena idea tirarse un pedo en el lugar cerrado, lo que provocó un desmán de gente aún peor del que venía sufriendo. La parte buena es que el pedo cerró la boca de los adolescentes y el viaje se hizo un poco más ameno, además descubrí que mi bufanda me defendía de la radioactividad anal de ciertos pasajeros.
La tortura empezaría unos minutos después, cuando ya estando en Medicina, vi mi número, lo comparé con el que mostraba el tablero electrónico, calculé a fuerza de contar con los deditos de la mano que había trescientas personas antes que yo y deduje, sin miedo a equivocarme, que de ahí adentro me sacarían abuelo y canoso.
La espera de tres horas y pico fue en verdad una tortura china. Una mezcla de incertidumbre entre escuchar a Serafín cantando en braile y un dolor solamente comparado con un golpe en la nuca con una revista Cosmopolitan enrollada. Me armé de paciencia y con la sana costumbre de que el destino me sorprenda, cometí el delito de ponerme muy contento cuando la pancarta iluminada marcó mi turno.
Me dirigí hacia el stand indicado, con el mismo ánimo con el que un atleta de los juegos paraolímpicos en silla de ruedas corre cien metros llanos y se choca con los obstáculos. Entrelazamos miradas con la encargada de poner el gancho y cobrarme, la saludé coordialmente y cuando por fin creía que el día del juicio final había llegado, cuando creía que nada peor podría pasarme, cuando me convencí que era el fin de un montón de trámites absurdos y que en breve estaría camino a casa, la señorita me comunicó que me faltaba una firma. Una firma que debía ir a buscar por el edificio del Ministerio del Interior, en microcentro.
Creo que el enojo de ese momento fue suficiente como para que la tormenta empeorara, no es que me crea Dios, pero mirar medio capítulo de Héroes se ve que me hizo mal. No soy de enojarme en absoluto, incluso creo que me enojé no más de tres veces en los diecinueve años que llevo vivo, pero aseguro que cuando lo hago es por una causa noble. Soy de los que piensan que todo lo que no sea malo en la vida merece ser vivido como una fiesta, pero en ese momento sentía como me estaban enfiestando a mí y no precisamente con mi consentimiento. Tenía que tomar una decisión: regresar a mi casa habiendo desperdiciado un día entero, o intentar llegar a microcentro y volver antes que los empleados den por concluida la jornada con el riesgo de que tanto city tour sea inútil.

Continuará...

14 agosto 2008

Guitar Hero

Ariana me pasó un jueguito loco donde tengo que escribir cinco temas que me pongan pum para arriba. No pienso obligar a nadie a hacerlo, simplemento hago la lista, y quien tenga ganas, que lo haga. Así de paso se entretienen hasta el próximo post que va a ser buenísimo. Es como cuando te vas al Norte Argentino y te das cuenta que es una cosha de locos

1. ¿Qué pasó? de Bersuit Vergarabat.
2. El huracán, de La vela puerca.
3. El oficial, de No Te Va Gustar.
4. Police woman, versionada por Dancing Mood.
5. All I want is You, de U2.

Edit:
En realidad cinco temas no me son suficientes NI EN PEDO. Acá la lista completa:
Black, I am mine y Jeremy de Pearl Jam.
Chiatti chiatti, You are the one, Smile a while y For all we know, versionadas por Dancing Mood.
Dejame bailar, Cielo de un solo color, Verte reir, Clara, Al vacío, Cosa linda y muchas más de No te va gustar.
Las polillas, Vuelan Palos, Pedro, Sanar, En el limbo y otras tantísimas de La vela puerca.
Vuelos, El tiempo no para, Como nada puedo hacer, De onda, Don Leopardo, Murguita y cien más de Bersuit Vergarabat.
Staring at the sun, One, With or without you, Pride, Where the streets have no name, In the city of blinding ligths, son solo algunas de las que me vuelan la cabeza y las toca u2.
No tengo ganas, Todo sigue igual, Homero y Lo artesanal, hechas por Viejas Locas e Intoxicados respectivamente.
Toda la discografía de Los Fabulosos Cadillacs.
Toda la discografía de Patricio Rey.
Los últimos dos discos de Snow Patrol.
Karmacoma, Teardrop, Protection y Unfinished Sympathy de Massive Attack.
Carlita de Goldfinger.
Sabina.
Los primeros tres discos de Kevin Johansen.
La Renga y el 90% de los discos de Los Piojos.
Big One de Aerosmith y todo lo NO comercial de Bob Marley.
Just Feel better de Santana y Aerosmith.

...Y lo peor es que me faltan...

02 agosto 2008

Bergüensa Nasional

Otra vez mi inoperancia y yo.
El evento se daba por concluído aquella tarde del año 2005. El otoño sobre la calle Corrientes pelaba hilacha entre hojas caidas por el viento y el olor a café de algún bar de gallegos. Hacía frío mientras despedí momentáneamente a mi padre, ya que ambos partíamos en direcciones opuestas y acordamos encontrarnos en el mismo lugar que nos vió partir. Yo debía bajar por Corrientes hasta Cerrito, ubicar la tabaquería, hacer unas compras de hierba pipística para satisfacer al pequeño burgués que mi padre lleva dentro, retomar por Corrientes, buscar unas cosas en el auto y volver al edificio donde el evento se había realizado para ultimar detalles y por fin volver a mi casa.
Emprendí la caminata como solía hacerlo: con mucha mucha paja encima, entre derecho rústico y torcido que busca monedas en el piso. Tengo un andar raro, sépanlo.
Media cuadra más tarde, en la puerta de un conocido hotel senti un impacto en mi frente, sin distinguir que era lo que estaba sucediendo. Al levantar la vista vi un hombre mayor, casi ciego y acompañado por una señora muy elegante que supo atajarlo antes de que se rompa en pedacitos contra el suelo. Con algo de fortuna su saco y la bufanda amortiguaron buena parte del impacto que le propiné con mi cabeza, y aunque no me daban las manos para agarrarlo, el señor se recompuso en pocos instantes. Ya habiendo recuperado el aire no supe de qué modo pedirle disculpas mientras me ruborizaba por la vergüenza. Él me miraba con unos ojos de Dios terrenal, entre intimidante y calmo. Me miraba con esos ojos de incansable lector que sin decir nada, me perdonaba por el error cometido. Sus manos de eterno padre de la palabra y excelso pintor ya no temblaban y poco a poco ambos fuimos recuperándonos del accidente. La sensación era de que el tiempo se hubiera congelado y estuvieramos parados enfrentados tres extraños no precisamente haciendo un menáge a trois y algunos oportunos caminantes que preguntaban: "Maestro, ¿Está usted bien?". Ahí ya empezó mi declive mental. Me sentía como ciego en tiroteo intenando descifrar que era lo que estaba sucediendo, de quién se trataba, quien había sido mi víctima por error. Puta madre, yo le veía cara conocida pero no lograba descifrar quien era ese hombre que a pesar de su vejez y su avanzada pérdida de la visual, había soportado estoico mi brutal embestida. Me disculpé como pude, apelando a frases habituales como: "Le juro que no lo vi", "¿Lo acompaño a algún lado?","¿Necesita algo, lo lastimé?", "No sabe lo que me apena esto" y "Lindo el programa de Lorenzo Lamas, ¿vió don?".
Unos minutos más tarde y ya de vuelta en el punto inicial de la travesía, mientras veía como algunos comerciantes se mofaban de mi presencia ya que me habían fichado y juraban vengarse y declararme oficialmente Persona no Grata de la Avenida, mi papá me preguntó:
-Che, ¿viste que parece que un pibe se llevó puesto a Ernesto Sábato?
-...
-¿Qué?
-...
La expresión de mi rostro no necesitó ningún tipo de palabras para demostrar mi vergüenza y mi temor a ser señalado. Nada más respiré profundo, se me nubló la vista y me puse a esperar que alguien me de una trompada más que merecida, o una dura patada en el culo que terminara con mi virginidad por atentar de manera idiota e involuntaria contra un procer de la literatura Argentina. Me sentí un estúpido, un ignorante. Un Bush bombardeando Irak en nombre de la paz, un Madonna Quiroz en San Vicente, disparando contra el poseedor de uno de los cerebros más brillantes de la historia y que si quisiera podría mandarme a la tumba y no precisamente como un héroe. Mi padre, a tono con la situación y entendiendo mi silencio, se tomaba la cabeza mientras la movía de lado a lado, sin poder creer como aquella noche donde embrochetó a mi madre no se puso una capita protectora que impidiera mi existencia. Sé que si sigo así, para transitar esa calle no me van a dar un carril exlusivo como a los taxistas. A mí me van a tener que construir un túnel.