15 octubre 2007

Babosa embarazada

Ya habíendo terminado de laburar y de estudiar un montón en la clase del místico, me vi obligado a suspender la ida a una fiesta y reemplazarla por volver a mi casa. Entiendan que salir cuando llueve me da paja. Mucha. Sobre todo si tengo que volver en bondi desde Belgrano.
Jueves por la noche y la lluvia caía hinchapelotas, molesta y hasta me hizo dudar de la garompa de jebús que desde el cielo nos mea sin parar hace semanas.
El habitual regreso a casa se vió alterado por un compañero que, amablemente, se ofreció a llevarme a mi hogar. El viaje era sumamente tranquilo hasta que el auto se detuvo a pocas cuadras de mi casa. Se ve que otra vez nos quedamos sin batería -Hay que bajar a empujar, sugirió el piloto. Cuidadosamente abrí la puerta, no sea cosa que al abrirla se la llevara puesta algún pelotudo de turno. Caminé hacia la parte trasera del auto con especial cuidado de motoqueros desatentos y viejos boludos que no les funciona el limpiaparabrisas. Tengo cero ganas de morir atropellado, o en su defecto, quedar paralítico o alguna pelotudez de esas.
Una vez ubicado en la cola del auto esperé que las luces del semáforo se pongan a nuestro favor y la señal del piloto para empezar a empujar.
La luz color verde iluminó la noche de Beccar y la orden de mi compañero no se hizo esperar. Empujé con fuerza, ¡mucha fuerza!. Soy la envidia del Automivil Club Argentino y del Ancho Peuchele. Las grúas y talleres mecánicos del barrio me tienen celos, lo sé. Sentí que si puedo empujar esto sólo con mis bracitos pálidos como teta de monja, bien puedo con la pija empujar un camión que transporta vacas. El auto se encendió. Mi compañero detuvo la marcha unos metros después para que yo pueda subirme. Y yo, que venía agrandado como chancleta de gordo, vanagloriándome por el éxito conseguido en la eterna lucha de Hombre vs Máquina, olvidé ese detalle. Seguí corriendo con todo el envión y mis dos rodillas estallaron contra el paragolpes del Falcon. Mis caderas, en cambio, fueron a parar contra la tapa del baúl y la sensación de éxito fue rápidamente reemplazada por otra: SOY UN PELOTUDO.
Subí al Ford orando que el caballero evite las preguntas obvias: ¿Querés que te lleve al hospital?, preguntó. Me dieron ganas de abrazarlo ante tal acto de preocupación. Elegí negar con la cabeza y no volví a abrir la boca hasta llegar a mi destino. Y sí, acostumbrado a cosas livianas en el transporte público, no estoy capacitado para estos trotes. Lo peor es saber que mi agilidad de babosa embarazada me demuestra, cada día que pasa, que uno siempre puede ser más boludo que el día anterior. Sepan que no me extrañaría morir trágicamente cambiando el cuerito de una canilla o perder accidentalmente la cabeza a manos de una puerta mal cerrada.

4 comentarios:

Lucas dijo...

www.terceraroca.blogspot.com

Anónimo dijo...

jajaaj gordoooooooooooooooooooooooooo


sos un cago de risaaa putaso me mori de la risa..

ajajaja


Una pregunta....

CUando se me pare ESTA... ME LA EMPUJAS?¿?¿?¿

Anónimo dijo...

Y bue. Sos un huevon importante.
Huevon y todo, te banco!
Besooo

Anónimo dijo...

Jajajaja, pasé al final.. me hice desear, este cuerpo tiene un precio che. JAJAJA
Y bueno, dejo sólo un "jajaja" y un monton de caracteres al pedo.
Un bé Juliancito. ^^