10 octubre 2007

No entran moscas

El empleado con cara de culo se acerca al mostrador y me pregunta qué voy a llevar. M... como llevar, me llevaría ese picaporte pesado para defensa personal, para abrirle la cabeza a una estúpida, pero quizás más adelante. Ahora necesito dos copias de esta llave, ¿Podría ser?, respondo amablemente. El empleado se va y minutos después llega quien efectivamente realizó la labor encomendada. El tipo es muy alto. Seguro que en la primaria era último en la fila. Listo, campeón. Acá tenés, me dice con una sonrisa en la cara. Tiene mucha alegría para un martes con lluvia. Seguro está fumado o allá arriba se le apunó el cerebro.
Llego al trabajo y mi coordinador insiste en que las pruebe para ver si funcionan. Subo los mil escalones hasta el aula y hago el testeo. Como era de esperarse. Como viene sucediendo en los últimos dieciocho años, siete meses y veintiocho días. Mi ejército personal de pitufos flageladores se encargó de mearme y arruinar las pocas cosas lindas que tenía la tarde y la puta llave no funciona. Vuelvo a la ferretería cuestionando la virginidad de la mamá de quien fabricó las llaves. Me pregunto qué tan dificil puede ser multiplicar un objeto metálico de no más de ocho centímetros de largo.
De nuevo me atiende el empleado con cara de culo, que sólo le falta escupirme para demostrar las pocas ganas de laburar en un día como hoy. Mirá, probé ambas y no hay caso. Incluso las comparé con la original y si te fijás acá están un poquito más anchas de lo que deberían estar, digo con miedo. El tipo me mira y se va en silencio. Debe tener agua en las venas. Otro puñado de minutos más tarde vuelve el alto con las gemelas entre sus manos. Jeje, hasta les puse un llaverito a cada una, anuncia con alegría. Regreso al trabajo. Con el culo cansado y falto de oxígeno culpa del cigarrillo recién apagado. De nuevo subo los mil escalones. De nuevo estoy parado frente a mi enemiga del día. De nuevo estoy parado con desazón sabiendo que tengo que volver a la ferretería suponiendo que esta vez el empleado va a escupirme por rompepelotas. Cada paso de los cientos que voy a dar de ahora en más me acercan a convertirme en un asesino serial de cerrajeros, duplicadores de llaves y abridores de puertas. Una pulidita más y seguro que va, dice el lungo. Tercera vez en menos una hora que trepo hasta el aula y lucho en vano con la esperanza de no tener que caminar, subir escaleras, bajar escaleras y mojarme en la calle. No hubo caso. Esta vez opté por llamar al lungo que no tardó en venir y solucionar el problema. Mientras acompaño al señor cerrajero a la puerta, pregunté si además de esas enormes puertas y esos bellos picaportes vendían candados. Si, ¿Necesitás alguno en especial?, me responde. ¡Sí!...uno bien grande para poder cerrar la concha de tu hermana, pienso en silencio. Hay veces en las que es mejor cerrar la boca, afirmo mientras mi coordinador vuelve a pasar delante mío.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

ajajaja

te equivocaste de puerta...


No probaste con la puerta de al lado?

Anónimo dijo...

jajaj q hijo d puta me hiciste reir
jja
mui bueno
beso

Anónimo dijo...

jajaj q hijo d puta me hiciste reir
jja
mui bueno
beso

Julián Torrado dijo...

Curiosamente, la llave que abre la puerta de al lado -deposito donde hay desde resmas de hojas hasta papel higienico- es la misma que abre mi aula

Anónimo dijo...

y que hace que el colectivo...

del programa de guido kascka...

active la llave del colectivo para irte a bariloche?

La Tigresa Márquez dijo...

No me hubiera gustado estar en tu lugar O_o
Besos

Yadhi ^^

P.D.: Tiempo sin pasar a saludar!!

Anónimo dijo...

yo creo q de verdad te gustaba el culo q tenia en la cara el empleado. o simplemente la manera de q el sr "hago copias de llaves" penetra la cerradura una y otra vez como queriendo exitarte y q vuelvas seguido.