El condenadito

Tercer entrega de los cuentos de [Ahora Que...]

[Donde esta escondido ese recuerdo tan temido, ¿Que parte de los cuerpos guarda todo escondido...?]

El recorrido entre la parada del colectivo y la casa de mi amiga era casi tan lindo como bajarse del tren fantasma y decidir hacerlo a pie ya que no se te ocurre nada mejor en caso de no haber tenido tiempo de haber ido al gimansio durante la semana.
Desciendo del 60, con la leve esperanza de que si me la van a poner,al menos no me envichen y con la certeza de que esta vez, la vida no tenia una grata sorpresa para darme. Y ahí estaba él. Un morocho con cara de pocas luces, los ojos amarillos que solo me confirman que acaba de escapar del penal de sierra chica , pasando los ultimos 15 años de su vida picando piedras, botas color café vencido y un olor a chino famélico de laverrap que se dispone a estudiarme de pies a cabeza mientras yo mentalmente elaboro un inventario de las posesiones que llevo en ese momento. Antes que el sujeto esboze algun tipo de sonido capaz de ponerme los pelos de punta y congelarme las bolas me encargo de meter la mano en mi bolsillo. El bolsillo derecho es habitual cobijador de las llaves y el documento. El izquierdo, en cambio se encarga de la economía mensual. Fue en ese momento que noté que una tela de araña habita desde ahi desde la ultima vez que tuve un sueldo fijo. Cero pesos, cero centavos. Ni siquiera para comprar un forro usado para que, al momento de la culeada, no me sienta tan desprotegido.
El sujeto me mira fijo y con una voz de travesti de carnaval de pueblo me pregunta si tengo un cigarrillo. Yo por dentro solo pensaba en la forma falica del objeto en cuestión y si esa pregunta era en realidad una insinuacion para que un desonocido me frote su pecho peludo por la espalda para cerrar con un desagradable toqueteo de bolitas.
Del bolsillo de la campera verde que llevo puesta asoma un atado de Philip Morris Box todavia sin abrir. Lo saco, lo abro, le convido un cigarrillo a este que parece disfrutar del miedo que me infunde, el mismo que me puede provocar una manada de dragones con dentadura postiza falta de corega tabs, si me amenazaran con prenderme fuego.
El sujeto agradece mi gesto y me pone como ejemplo de la solidaridad puchistica, da media vuelta y se esconde de nuevo entre las sombras, con la esperanza de encontrar dentro de unos minutos a otro joven timido como yo dispuesto a compartir con él una pequeña barrita de cancer.
Yo, mientras tanto sigo mi camino... sigo con el culo invicto.