Era una tarde como cualquier otra en Parque Centenario. Estaba haciendo huevo en el bar de la facultad, sacándome los pelos de gato del saco, acomodandome el pañuelo en el cogote y pensando en el viaje para no morir del aburrimiento que sufro en la espera de entrada al aula.
Pedí fuego en la mesa contigua, tomé un sorbo de coca cola y me dispuse a esperar pacientemente a que la hora señalada se acercara. Una breve conversación con uno de los hippies del bar hizo que el tiempo pasara más rápido. Hasta me sentí contento, ya que no suelo conversar en lugares donde acudo hace poco; incluso llegando a limitar mis charlas a un "Buenas" con algún que otro energúmeno, y algunas palabras algo más dulces y tiernas como "Alfajor Capitán del Espacio" con alguna compañera algo más copada.
El hippie fogoso me charlaba de manera tal que hasta me sentí querido. Él, junto con otros sujetos maneja uno de los bares de la facultad, que pese a la mugre y que tiene cartelitos que ruegan a los comensales no fumar marihuana, es el sitio donde se cocinan los mejores tostados de pan árabe de todo Buenos Aires. Sumado al bajo precio y la calidez del ambiente, uno no puede negarse a pasar largas horas en ese recinto. Es un lugar humilde pero pintorezco, como el pueblo ese que en lugar de tener casas de putas, tenían chozas de paja.
Unos minutos más tarde los hippies a mi alrededor ya eran cuatro, y todos estaban escuchándome hablar de mis conocimientos sobre grupos como Los Fabulosos Cadillacs, Dancing Mood, La Vela Puerca y otros tantos que suelen deleitar mis oídos cada mañana al salir a trabajar.
Comenzé a decirme a mí mismo: "Qué lindo. Ahora acá tengo amigos. Más regalos para mi cumple", hasta que la fantasía finalmente se rompió contra el suelo.
Estaba ya en la barra del barcito, a punto de reptar por el pasillo y las escaleras cuando me acerqué al último hippie de la manada para preguntarle por el disco que estaba sonando a todo volúmen. Me comentó que era de un amigo de su hermano, que le sobraba una copia y se ofreció a prestarmela hasta nuevo aviso. Mientras el joven hurgaba entre el polvo y las cajitas plásticas, una compañera se acercó. Me preguntó que tal iba el trabajo, y nombró la multinacional a la cual le vendí mi consciencia social cuando firmé el contrato, hace ya unos cuatro meses, a cambio de un sueldo más digno que el de mi laburo anterior. Y aunque me muero de vergüenza cuando alguien lo sabe, ya era tarde para volver atrás. El individuo, sintiéndose ofendido por mi profesión capitalista, intervino en el diálogo:
-¿Qué? ¿Vos trabajás en IBM?
-Sí.
-Ah, bueno -dijo con desprecio- Entonces el disco conseguitelo solo.
Hoy más que nunca confirmo mi teoría de que los pseudo hippies que quieren hacer una revolución comunista en San Isidro, son iguales de obtusos que quienes afirman que los desaparecidos están paseando por Europa. Hoy más que nunca confirmo que merecen ser llevados a una casa abandonada todos juntos, y jugar al cuarto oscuro con Pablito Ruiz y Guillermo Andino. Hoy más que nunca sostengo que ningún extremo es bueno, aunque les ofrezco que antes de opinar sin conocer con quién están tratando, se cuelguen, al menos un ratito, de la punta de esta.
16 octubre 2008
Puema
Pasaron menos de dos minutos desde que recibí el siguiente mensaje de texto:
"Resurge el poeta rosarino. Mami: con esas gomas me podés borrar del mapa".
Sin dudas, lo está esperando Mirtha para comer. ¡No llegues tarde!
"Resurge el poeta rosarino. Mami: con esas gomas me podés borrar del mapa".
Sin dudas, lo está esperando Mirtha para comer. ¡No llegues tarde!
09 octubre 2008
Se vemo
300 kms
Un Pullman General Belgrano
5 horas de traslado
y una ruta para mí solo
Me voy al pueblo, a ver a la familia, a festejar el cumple de la abu y a molestar a mi primita de cinco años.
Quizás con un poco de suerte pase gran parte de la estadía andando a caballo, comiendo asado, mirando el horizonte y respirando aire puro en honor a todos ustedes.
Salud, queridos juguetones. Me voy a armar las valijas...
¡¡¡ME VOY A LA MIERDA!!!
Update:
A la prima y el primo les digo que el próximo viaje es para allá; este es una misión que debo cumplir. Quiérolos.
Un Pullman General Belgrano
5 horas de traslado
y una ruta para mí solo
Me voy al pueblo, a ver a la familia, a festejar el cumple de la abu y a molestar a mi primita de cinco años.
Quizás con un poco de suerte pase gran parte de la estadía andando a caballo, comiendo asado, mirando el horizonte y respirando aire puro en honor a todos ustedes.
Salud, queridos juguetones. Me voy a armar las valijas...
¡¡¡ME VOY A LA MIERDA!!!
Update:
A la prima y el primo les digo que el próximo viaje es para allá; este es una misión que debo cumplir. Quiérolos.
28 septiembre 2008
Tres tristes tigres
3 diálogos interesantes.
Telefono, miercoles al medio día.
-Hola Julián. Soy Nombrequenorecuerdo de Standard Bank (blablabla). Te quería ofrecer la tarjeta de crédito---
-No, vos me queres fundir.
-(Risas)
-No te rías, tengo razón.
-No sé si sabías que por ser cliente del Stand--
-¡Te dije que no!
-¿Por qué?
-Porque no me dan los números ahora; laburo, estudio y digamos que técnimente me mantengo solo. Lo único que me falta es tener a alguien más que me quiera engrampar en cómodas cuotas.
-...
-Ustedes son peores que los Mormones y los Testigos de Jehová un sábado a la mañana.
Iglesia, sábado a la tarde a minutos de que bautizaran a mi primito de dos años.
-Santi, el zapato que te va a tirar agua ahora es un nazi. Es el mismo que le dio la comunion a Julieta hace un par de años.
-Iaaaaaaiaaa
-Si, a Julieta. Te va a mojar la cabeza, ¿si? Le tenes que decir "Facho PUTO", ¿estamos?
-Iaaaaaaaiaaaa
-Si, si "Iaaaiaaa" está ahi adelante esperando que te conviertan para sacar unas fotos de la dominación y sumisión.
Por supuesto que el mocoso no le dijo nada al ensotanado y simplemente se limitó a llorar mientras el resto de los participantes mirábamos tan triste evento. Mi tía lloraba de la emoción.
Domingo a la noche, diálogo con Daniela en su casa.
-Che, Juli, ¿Todos los animales tiene cuatro patas?
-No, tienen 2 manos y 2 patas
-...
-¿Qué?
-¿No hay ninguno que tenga más?¿Seis, ocho patas?
-No sé.
-¿La hormiga?
-JAJAJAJAJAJAJA... ¡¡HIJA DE PUTAAAA, LA HORMIGA ES UN INSECTO!!
-Ah, ¿Sí? ¿De qué reino es?
-Del de Mónaco, que carajo sé Yo. Acá la maestra sos vos.
-...
-Bruta.
-...
-Corrijo, no es del Reino de Mónaco.
-No, obvio que no.
-¡Claro! Mónaco es un Principado.
Telefono, miercoles al medio día.
-Hola Julián. Soy Nombrequenorecuerdo de Standard Bank (blablabla). Te quería ofrecer la tarjeta de crédito---
-No, vos me queres fundir.
-(Risas)
-No te rías, tengo razón.
-No sé si sabías que por ser cliente del Stand--
-¡Te dije que no!
-¿Por qué?
-Porque no me dan los números ahora; laburo, estudio y digamos que técnimente me mantengo solo. Lo único que me falta es tener a alguien más que me quiera engrampar en cómodas cuotas.
-...
-Ustedes son peores que los Mormones y los Testigos de Jehová un sábado a la mañana.
Iglesia, sábado a la tarde a minutos de que bautizaran a mi primito de dos años.
-Santi, el zapato que te va a tirar agua ahora es un nazi. Es el mismo que le dio la comunion a Julieta hace un par de años.
-Iaaaaaaiaaa
-Si, a Julieta. Te va a mojar la cabeza, ¿si? Le tenes que decir "Facho PUTO", ¿estamos?
-Iaaaaaaaiaaaa
-Si, si "Iaaaiaaa" está ahi adelante esperando que te conviertan para sacar unas fotos de la dominación y sumisión.
Por supuesto que el mocoso no le dijo nada al ensotanado y simplemente se limitó a llorar mientras el resto de los participantes mirábamos tan triste evento. Mi tía lloraba de la emoción.
Domingo a la noche, diálogo con Daniela en su casa.
-Che, Juli, ¿Todos los animales tiene cuatro patas?
-No, tienen 2 manos y 2 patas
-...
-¿Qué?
-¿No hay ninguno que tenga más?¿Seis, ocho patas?
-No sé.
-¿La hormiga?
-JAJAJAJAJAJAJA... ¡¡HIJA DE PUTAAAA, LA HORMIGA ES UN INSECTO!!
-Ah, ¿Sí? ¿De qué reino es?
-Del de Mónaco, que carajo sé Yo. Acá la maestra sos vos.
-...
-Bruta.
-...
-Corrijo, no es del Reino de Mónaco.
-No, obvio que no.
-¡Claro! Mónaco es un Principado.
12 septiembre 2008
Spa'stillado
La falta de sueño me estaba matando literalmente. El trastorno sufrido por el poco descanso traía consecuencias horribles, como quedarme dormido en el bondi y seguir viaje hasta Benavidez a las dos de la mañana, o bien distraerme en el laburo y la facultad pensando en si hacerme de las divinas ó de las populares.
Llevaba más de un mes a ritmo arrollador, pasando hasta dieseis o diecisiete horas en la calle, y durmiendo por noche apenas cuatro o cinco horas con algo de suerte. Mi cuerpo, por supuesto, me estaba haciendo pagar los platos rotos y para el momento que dije: "Basta", debía ejecutar el plan de acción.
Aconsejado por mi progenitor, me dirigí hacia un local de yuyos, de esos oscuros y olientes a pachuli y pedo de vieja en busca de una solución. Al ingresar, una joven de pollera gastada me recibió con una taza de té en la mano, y una sonrisa de muñeca tallada en el rostro. Aunque su mirada parecía algo perdida y no generaba mucha confianza que digamos, le conté qué me había traído hasta allí mientras el humo del sahumerio me jugaba una mala pasada, e instantes más tarde hizo su oferta.
Me mostró todo tipo de pastos que, ahogados en agua hirviendo, mejorarían mi rendimiento mental y físico en un par de sorbos. Sacó frascos, paquetes, cajas y bolsitas, enseñándome con mucho cuidado las virtudes y ventajas de cada uno de sus productos. Finalmente, después de media hora de divagar por el negocio, puso en mi mano un paquete con píldoras casi tan mágicas como el viagra, acusándolas de ser un reconstituyente nervioso que curaría mis males.
Cuando le pregunté por qué me había mostrado todo el yuyaje hippie sabiendo de antemano que acabaría por darme pastillas capitalistas, contestó un claro "Es que estas mierdas no me las compra nadie". Le contesté con una mueca, le tendí un Belgrano, tomé el vuelto y me dirigí a mi casa, a contramano de la ciudad, que ya empezaba a apagarse.
Sospecho que los resultados ya están a la vista: tengo una nueva adicción además de las ya conocidas como el mantecol, la coca cola y los cigarrillos; Ya no me duemo en el sesenta a la noche, pese a las dos horas y media de recorrido hacia mi techo. Ya casi que volví a mi óptimo rendimiento laboral y aunque no sé bien si es culpa de las pastilocas o si es que el efecto placebo es de repente mi mejor amigo. Lo que sí sé con seguridad es que pese a un montón de cosas, en mi decisión no hay vuelta atrás y no tiene ningún tipo de negociación: Digan lo que digan, ya elegí por las populares.
Llevaba más de un mes a ritmo arrollador, pasando hasta dieseis o diecisiete horas en la calle, y durmiendo por noche apenas cuatro o cinco horas con algo de suerte. Mi cuerpo, por supuesto, me estaba haciendo pagar los platos rotos y para el momento que dije: "Basta", debía ejecutar el plan de acción.
Aconsejado por mi progenitor, me dirigí hacia un local de yuyos, de esos oscuros y olientes a pachuli y pedo de vieja en busca de una solución. Al ingresar, una joven de pollera gastada me recibió con una taza de té en la mano, y una sonrisa de muñeca tallada en el rostro. Aunque su mirada parecía algo perdida y no generaba mucha confianza que digamos, le conté qué me había traído hasta allí mientras el humo del sahumerio me jugaba una mala pasada, e instantes más tarde hizo su oferta.
Me mostró todo tipo de pastos que, ahogados en agua hirviendo, mejorarían mi rendimiento mental y físico en un par de sorbos. Sacó frascos, paquetes, cajas y bolsitas, enseñándome con mucho cuidado las virtudes y ventajas de cada uno de sus productos. Finalmente, después de media hora de divagar por el negocio, puso en mi mano un paquete con píldoras casi tan mágicas como el viagra, acusándolas de ser un reconstituyente nervioso que curaría mis males.
Cuando le pregunté por qué me había mostrado todo el yuyaje hippie sabiendo de antemano que acabaría por darme pastillas capitalistas, contestó un claro "Es que estas mierdas no me las compra nadie". Le contesté con una mueca, le tendí un Belgrano, tomé el vuelto y me dirigí a mi casa, a contramano de la ciudad, que ya empezaba a apagarse.
Sospecho que los resultados ya están a la vista: tengo una nueva adicción además de las ya conocidas como el mantecol, la coca cola y los cigarrillos; Ya no me duemo en el sesenta a la noche, pese a las dos horas y media de recorrido hacia mi techo. Ya casi que volví a mi óptimo rendimiento laboral y aunque no sé bien si es culpa de las pastilocas o si es que el efecto placebo es de repente mi mejor amigo. Lo que sí sé con seguridad es que pese a un montón de cosas, en mi decisión no hay vuelta atrás y no tiene ningún tipo de negociación: Digan lo que digan, ya elegí por las populares.
03 septiembre 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)