Grandes esperanzas

"Ya fue, si todos pudieron, yo también", me dije dándome ánimo a mí mismo. Eran las once de la mañana de un viernes perfecto. De esos que el calor no convierte tus boxers en una sopa de transpiración y la humedad molesta que fluye del cemento no era tan molesta como lo muestra TN. Era un gran día.
Tenía dos horas para transportarme hasta el barrio porteño de Colegiales, imprimir el curriculum en el camino y, mensajitos de texto mediante a toda la comunidad copada, averiguar la dirección exacta a la que debía dirigirme. No sea cosa que el momento de valentía se esfumara durante el fin de semana que se aproximaba y tomara la decisión de buscar trabajo por otro lado. Si se me había ocurrido que iba a ser famoso, tenía que empezar en ese mismo momento.
Los quince o veinte minutos que tardé en llegar desde la estación de Belgrano hasta la emisora fueron de lo peor. Era esa sensación en la panza entre nervios y cagadera como cuando te cruzás en el lugar menos esperado a la chica que te gusta y sabés que debés hacer algo pero no sabés por donde empezar.
A la hora señalada el gurú de la radiofonía salió por la puerta principal y había que encararlo. Sabía que no tenía mucho tiempo para perder y que debía, en tiempo record y sin ponerme nervioso, explicarle brevemente qué me había llevado hasta él. Como una suerte de seducción bolichera en la que le tenés que hacer entender a la rubia que mueve las cachas en el parlante que se tiene que casar con vos, o al menos tiene que darte unos besos sin necesidad de amenazarla con un arma de fuego. Era jodido. "Mario, perdón que te interrumpa, ¿Te puedo molestar un minuto?", pregunté. Me dió la mano, me preguntó mi nombre y los motivos por los que estaba ahí. Ofreció sentarnos en la escalera para conversar más tranquilos y sugirió que me despreocupara, que estaba todo bien. "Es que me quedé sin trabajo hace cosa de un mes y con tal de un sueldo digno a fin de mes hago cualquier cosa. No sé, te llevo papeles, te llevo café, te llevo los pibes al colegio...", expliqué.
Ante la inminente negativa, ya que tiene todos los equipos de trabajo ya armados y que "A menos que muera alguno, va a estar complicado", me dijo que deje mi hermoso curriculum vitae en la recepción de la radio y que alguien de recursos humanos se encargaría de leerlo.
Nos despedimos dandonos un beso en el cachete, yo agradecía que se haya tomado la molestia de al menos escucharme y él, deséandome suerte para lo que vendrá y contándome que Caiga Quien Caiga vuelve a la pantalla a fines de Marzo.
Fue ahí cuando me dí cuenta que mis sueños de convertirme en el próximo Clemente Cancela no llegarían a concretarse y que si iba a ser famoso, iba a ser por otro lado. Quizás sea matando a gente desde edificios, siendo el próximo amor de Lita de Lázari o yendo al programa de Susana mostrando mis habilidades para escupir agua entre las paletas tipo angelito de fuente.
Me fui contento hacia la terminal de Retiro sabiendo que se venían cinco días a pleno en compañía de mi amigo. No obstante, no pierdo las esperanzas... la semana que viene le voy a pedir laburo al Teto Medina.